El pueblo emigrado también está indignado
Berlín, 20 de mayo 2011, 5 días después del inicio de las protestas de los “indignados” españoles por un cambio político y social en España.
Las 20h00, se organiza una asamblea enfrente de la embajada española en Berlín para organizar la manifestación convocada para el sábado 21 de mayo en apoyo a las protestas españolas.
En Berlín se crean plataformas en internet en paralelo a las españolas: “Apoyo a Democracia Real en Berlín. Wirkliche Demokratie in Spanien” y “Por una democracia real ya! Berlin se une”.
Se convoca pues la manifestación a las 18h00 delante de la Puerta de Brandenburgo, el edifico más simbólico de todo Berlín.
Yo por entonces estaba viviendo en Berlín por unos meses. Durante mi estancia conocí a muchos españoles, muchos de ellos habían huido de España en busca de mejores condiciones de vida o de un trabajo que valorase por lo menos su nivel de estudios y su cualificación.
Y aquel viernes 20 de mayo, mis sentidos vibraban: sólo se escuchaba castellano por las calles y sobre todo en el metro.
Grupos y grupos de gente con pequeñas maletas inundaban los vagones de castellano.
Se había convocado la manifestación general en Berlín y muchos españoles residentes en ciudades cercanas como Hamburgo, Leipzig, Düsseldorf, etc. viajaron el viernes noche para poder asistir a la manifestación del sábado.
Se respiraba un ambiente de nerviosismo aquel viernes por la noche al entrar al metro.
Primero por lo violenta que resultaba la impresión de estar en un país extranjero y escuchar tu idioma materno por todos los sitios; segundo por la desubicación que creaba ese hecho y el nerviosismo de saber que, aún en el extranjero, el sábado iba a ser un gran evento.
En Berlín, como supongo pasará en todos los sitios en el extranjero, al ser extranjero, cuando conoces a gente nueva extranjera para ti la conversación rápidamente se centra en las diferencias culturales y sociales de ambos países.
Tal era mi caso por lo menos. Tuve la posibilidad de hablar y comparar las situaciones sociales y políticas de Francia, Portugal, Alemania, Polonia y España, entre otras. Y mi argumento en cuanto a España era siempre el mismo: “No nos movemos. No tenemos cultura de protesta. No tenemos cultura de huelga. A diferencia de los franceses o los alemanes, en España todo lo que hacen los jóvenes para protestar es organizar un macro botellón legalizado por la excusa de la protesta.”
Esa por lo menos era mi idea, basada en mis anteriores experiencias de protestas, hasta el 15M.
Después de las primeras protestas del 15M en España, mi única fuente de información era internet y blogs, y me inundaba de información sobre la actualidad española, he de confesar, no sin cierta rabia. Rabia por no estar presente en la primera gran revolución española de estos calibres.
Bueno quizás utilizar el término revolución es demasiado decir. Habría que decir: la primera macro protesta. Sin embargo, el simple hecho de que los jóvenes se pusieran de acuerdo en protestar, se organizaran para ello, se consiguiese una protesta apolítica y además no fuese una excusa para beber tranquilamente en la calle, a mi parecer es ya toda una revolución.
Y eso es lo que me maravilló desde Berlín, lo que me hizo por primera vez en mi vida sentirme más joven española que quizás joven europea. Sentirme unida a ellos desde la distancia.
Si se quiere protestar, si se quiere luchar, si se quieren cambios, se necesita fuerza. Y para ello se necesita unión, solidaridad y compañerismo.
Y esto es lo que tanto ha costado a España, a los españoles. A los jóvenes españoles por lo menos. Ponerse de acuerdo.
Tampoco les culpo demasiado. El peso de la historia española anclaba la juventud actual en un conformismo, en un pasotismo que acaba por asfixiar, por atontar. Pero cuesta y duele quitarse esos clavos. Cuesta y duele chocar de frente con una realidad tan drásticamente diferente a las promesas que nos dieron de mamar desde pequeños. Democracia, libertad, estudios, igualdad. Nos han criado para comernos el mundo, y resulta que es el mundo quien nos come a nosotros.
Hablo de conformismo, de pasotismo. Pero también está esa juventud, desaparecida de España, que se fue a otros países vecinos a buscar mejor suerte. A buscarse un sitio donde se le valore. La temida fuga de cerebros. Se teme de ella actualmente, pero lleva años ya aconteciendo.
No me lo imaginaba, pero el sábado cuando salí del metro: Brandenburger tor y me topé con la puerta de Brandenburgo y tal pelotón de gente de frente me quedé aturdida.
La mayoría eran españoles pero las pancartas abundaban en castellano y alemán. La mayoría de ellos jóvenes, estudiantes o licenciados, recien insertados en el mercado laboral.
La manifestación duró hasta las 21h00. Y estuvo muy organizada. Se formó un coro alrededor de una caja de plástico en la que se subía la gente, megáfono en mano para decir sus opiniones. Madrileños recién llegados de Madrid comentaban sus experiencias, se leyeron los manifiestos tanto en castellano como en alemán y se protestó. Todo entre aplausos enérgicos. Hubo poca, pero hubo participación de algún alemán que mostraba su apoyo cantando canciones típicas de protesta alemanas.
La gente que compartía su voz en el megáfono contaba sus experiencias, cómo se fue de España y como encontró mejor situación en el extranjero. Pero ante todo mostraba, como pese a ello, se seguía sintiendo identificado con su país, con su juventud y con su futuro.
Y lo importante en Berlín era hacer ruído. Dar apoyo a España, demostrar que no están solos y que su voz va más allá de las fronteras. Que el compromiso y la colaboración es la base primordial para conseguir fuerza, y sobre todo que desde el extranjero, esas abreviaturas, apelaciones y frases vacuas de las que hacen uso como si de dardos se tratasen todos esos altos cargos extasiados desde sus altares en el monte Olimpo, en el extranjero no sirven. Porque si, esos dardos envenedados tienen suficiente fuerza dentro del país, pero para lanzarlos más allá de las fronteras significaría un esfuerzo, movimiento e implicación más importante. Levantarse del trono para coger impulso y lanzarlos más lejos. Pero cuidado señorones, eso significaría el riesgo de perder el trono.
Participación en internet de apoyo al 15M.
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